La política y los centennials: ¿Qué revela el discurso de María Pombo en ‘La Resistencia’? – Público

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La visita de la influencer de moda al programa de Broncano estuvo marcada por su entrada con el himno de España y unas declaraciones que le sirvieron para especificar que no se identifica con ningún partido. Esta intervención abre el debate sobre la identidad política de los centennials. Un estudio de un think tank francés refleja que los jóvenes europeos entre 18 y 24 años se sitúan en la derecha, más incluso que los mayores de 65.

Aurora Muñoz
Hace unos días, la influencer María Pombo visitaba La Resistencia. Venía avalada por sus cifras (2.8 millones de seguidores en Instagram y un engagement medio del 4.90%), que le han valido un palmarés imbatible en el último año. A sus 28 años, ha ganado la estatuilla en Lifestyle de los International Influencers Awards, el premio Best Digital Entrepreneur que otorga Forbes y se coronó como ‘Ídolo del año’ en la gala organizada por Dulceida. Nadie hace sombra a la madrileña en las redes sociales, donde se mueve como pez en el agua. En cambio, el reto de salir reforzada del late show que presenta David Broncano es harina de otro costal.
Es difícil saber si esta referente de moda es una habitual del formato como espectadora pero, muy probablemente, vio la entrevista a Iñaki Gabilondo antes de asistir como invitada. El periodista presentó ¿Qué diablos es España?, un programa de Movistar+ en el que reflexiona con distintos protagonistas acerca de nuestro país.
Esta despedida de la televisión le ha servido para llegar a una conclusión: «El elemento más vertebrador de España es la gastronomía», sentenció sobre las tablas del Teatro Príncipe Gran Vía y, ni corto ni perezoso, sacó su móvil del bolsillo para interpretar una versión del himno que ha creado junto al chef José Andrés. La letra recoge decenas de platos típicos y, entre ellos, se encontraba el clásico entre los clásicos: la tortilla de patatas.
 
 
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Ese fue justo el regalo que Pombo llevó preparado para conquistar al público: un arsenal de 300 bocadillos de tortilla que podrían haberle salido por 2.300 euros, si no fuese porque los financiaba una marca que ella promociona asiduamente. La menor de las Pombashians llegó con la lección aprendida y quiso ser recibida con el himno original. «Quiero que me lo pongáis a tope porque me siento más yo, como si estuviera en casa», proclamó. Poco después añadía que en las bodas de su entorno es habitual que suene durante la ceremonia, en el momento de la consagración. Esta información fue más suficiente para que el de Orcera provocase un troleo descremado e hiciera sonar una versión tarareada por David Bisbal.
Sin dejar atrás el humor, Broncano aprovechó la coyuntura para conducir a la influencer a derroteros políticos y ella acabó dejando este titular para la posteridad: «Yo estoy en un nivel intermedio para todo. Por ejemplo, para los muy fachas soy roja y para los muy rojos soy facha… Mi entorno me dice que soy rojilla. (…) Tengo un bando de gente que me odia, que son los rojazos, y otro bando que me odia, que son los superfachas».
No llega al nivel de El Xokas, que esta misma semana aseguraba haber sido votante de partidos de izquierda y de derechas, pero sirvió para descolocar al personal y provocar una carcajada alentada por los comentarios del presentador: «Me gustaría ver a tus amigos comunistas. (…) Igual quién tú crees que son más rojos son Albert Rivera y otro», despachó.
Santiago Giraldo, politólogo y profesor de periodismo en la Universitat Autònoma de Barcelona cree que esta caricaturización influyó en su autodefinición: «Arrastramos un problema de la conceptualización de lo que es ser facha o comunista en el lenguaje cotidiano. La gente emplea estos términos sin rigor y eso afecta directamente a su reticencia a que la encasillen en uno u otro bando», interpreta.
 
 
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Sin embargo, entre los comentarios de la publicación que ha colgado el programa en Instagram, aparecen algunas reflexiones que invitan a pensar que quizás la frasecita viral no es tan aleatoria como pudiera aparentar. «A esto nos lleva el racismo ideológico que nos han inculcado nuestros políticos, a fingir lo que somos para gustar a todos o por lo menos no disgustar a nadie. Ojalá una despolitización de la población. ¡Qué libres seríamos!», expone una usuaria de la red social.
El catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Málaga, Ángel Valencia, no tiene tan claro que su discurso sea impostado: «Es lógico que María Pombo intente dar una imagen equidistante para proteger su marca, pero es que su propia biografía la empuja a ser moderada. Lo ha tenido todo», aclara el politólogo. «La influencer ha estudiado en Vancouver (Canadá) y Michigan (Estados Unidos), se ha formado y ha sabido hacer su trabajo. No cabe duda de que ha acertado con su elección profesional, pero ya soplaba el viento a su favor. Viene de una familia ‘bien’ de Madrid, es tataranieta de la escritora Concha Espina [finalista al Premio Nobel de Literatura en 1926] y, se rodea de un entorno privilegiado económicamente», añade.
Sin esa vida gloriosa, el discurso patriótico resulta menos decidido. «Pombo no tiene nada que ver con gente de su edad que todavía vive en casa de sus padres y puede alcanzar, como mucho, el salario mínimo. Es difícil ser joven en España ahora mismo. Los de la generación Zeta pertenecen a uno de los sectores poblacionales más afectados por la precariedad laboral y la subida de los precios del alquiler», puntualiza Valencia. La madrileña también especificó que no se identifica con nadie. Ese, en cambio, sí puede ser un punto compartido con muchos centennials, aunque eso no significa que a los veinteañeros les dé «asco» la política, como manifestaba la influencer durante la entrevista.
 
 
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Este 2022 es el Año Europeo de la Juventud y el Parlamento Europeo ha comisionado una encuesta flash del Eurobarómetro entre más de 18.000 jóvenes de 15 a 30 años provenientes de los 27 Estados miembros. El sondeo pone de manifiesto que la generación Zeta está cada vez más comprometida con la democracia: un 58% participa activamente en la sociedad en la que vive y, en los últimos doce meses, ha formado parte de una o varias organizaciones juveniles. Esto supone un aumento de diecisiete puntos porcentuales desde el Eurobarómetro de 2019.
«Están cansados de ver a señores encorbatados debatiendo sobre modelos territoriales mientras gran parte de las cosas que les interesan se quedan fuera de la agenda política»
Estas conclusiones revelan que el desarraigo de los centennials con respecto a la política es una simplificación. «En los últimos años hemos vivido el 15M, la Primavera Árabe, una crisis económica en 2008… Todo eso ha desembocado en un corrimiento fuerte del tablero político y las reglas del juego han cambiado. Hemos ganado en transparencia, derechos sociales y participación ciudadana pero, al mismo tiempo, se ha producido un rearme de discursos extremistas que inciden en que el modelo de administración que tenemos es demasiado intervencionista y pesado», expone Manuel Rodríguez Morillo, consultor político y de innovación social.
«El marco de conversación se ha transformado y, en consecuencia, la forma en la que los jóvenes se implican en la esfera pública, también. La generación Zeta es mucho más crítica con la clase política y las instituciones que sus predecesores. Están cansados de ver a señores encorbatados debatiendo sobre modelos territoriales y federalismo. Gran parte de las cosas que les interesan se quedan fuera de la agenda y, quizás por eso, hay menos afiliación política mientras vemos como aumenta el asociacionismo de barrio», añade el director de Cámara Cívica.
Solo durante el primer año de la pandemia, los partidos perdieron un 3,5% de cotizantes (casi 9.000), según los datos de la Agencia Tributaria de la declaración del IRPF de 2020. «La situación de alarma sanitaria estableció unas condiciones de desconfianza en la democracia por la polarización que se produjo y el discurso descreído de la oposición sobre las recomendaciones de prevención. Asistimos como espectadores a un show político desde nuestros hogares», recuerda Valencia.
«Esto sucede al mismo tiempo que se produce un rearme de perfiles como los del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump; el primer ministro húngaro, Viktor Orban o el presidente brasileño, Jair Bolsonaro. Son líderes que cuestionan el pago de impuestos, que quieren blindar sus fronteras y han sustentado su popularidad en un argumentario xenófobo. Los votantes somos permeables a esa deriva», agrega Rodríguez Morillo, coordinador de Hateblockers.
Un estudio de Fondapol, un prestigioso think tank francés, refleja que los jóvenes europeos entre 18 y 24 años se sitúan en la derecha, más incluso que los mayores de 65. «El fenómeno ‘Cañas por España’ no es exclusivo de nuestro país. Otras democracias más veteranas presentan los mismos síntomas de hartazgo. Es posible que, en este contexto posmoderno, las fronteras no estén claras y las nuevas generaciones no se identifiquen tanto con una etiqueta de ‘derechas’ o ‘conservadora’, pero lo que está claro es se sienten cada vez más cómodos con la de ‘liberales’», afirma el director de Cámara Cívica.
 
 
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En mitad de este triunfo del individualismo no es de extrañar que una de las influencers más seguidas en las redes se animase a usar su cuenta de Instagram para compartir por stories un hilo de un usuario que cuestionaba las cuantías en impuestos que pagamos a las Administraciones públicas. El copy del post iba acompañado de hashtags como #liberal #libertad o #librepensador. «Los jóvenes españoles se ven reflejados en un triunfo social que pasa por una menor intervención del Estado. Tienen asimilado este discurso del éxito por medio de profesiones como la de María Pombo, con una rutilante carrera individual y eso los aproxima a su argumentario, aunque hable desde una situación privilegiada», analiza el catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Málaga.
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